• Vie. Abr 19th, 2024

#OpiniónDeHoy por @jorgeramosnews I AMLO y el fraude del 88

Por: Jorge Ramos Ávalos

Es una gigantesca incongruencia que Andrés Manuel López Obrador, el virtual Presidente electo de México, haya escogido como uno de sus principales colaboradores al responsable del fraude electoral de 1988. De verdad que no lo entiendo. ¿Dónde está el cambio que prometió López Obrador?

AMLO designó a Manuel Bartlett para ser el nuevo director de la Comisión Federal de Electricidad. Supongo que es una forma de pagarle su apoyo durante la campaña electoral. Pero al hacerlo, López Obrador traiciona a muchos de los 30 millones de mexicanos que votaron por él y a su mensaje de cambio.

Bartlett es más de lo mismo.

Recordemos. Durante las elecciones presidenciales del 6 de julio de 1988, se «cayó el sistema» y se detuvo el reporte de resultados. Yo estuve ahí. Nadie me lo contó. En esa época no había Instituto Nacional Electoral. La Secretaría de Gobernación se encargaba de organizar la elección y de contar los votos. Y el secretario de Gobernación era Manuel Bartlett.

Siete días después, cuando por fin se dieron a conocer los resultados, el «ganador» había sido Carlos Salinas de Gortari. Un fraude mayúsculo le arrebató la victoria al que hubiera sido el primer Presidente de izquierda desde la Revolución mexicana, Cuauhtémoc Cárdenas.

En dos ocasiones, luego de su Presidencia, pude confrontar a Salinas de Gortari sobre la manera fraudulenta en que llegó a Los Pinos. (Aquí están las entrevistas: reforma.com/fraude1988).

«¿Cómo ganó en 1,762 casillas con el 100 por ciento de los votos?», le pregunté. El asunto parecía matemáticamente imposible. Pero no para el PRI.

«Yo creo que es importante recordar que en esa elección más de tres cuartas partes de las casillas fueron cubiertas por más de un partido y ahí está la documentación que así lo acredita», me contestó Salinas de Gortari.

Pero la trampa estuvo en otro lado.

Nunca se pudo hacer un recuento -voto por voto- debido a que el Congreso, dominado por el Partido Revolucionario Institucional (PRI) y apoyado por el Partido Acción Nacional (PAN), autorizó la quema de los votos en 1992. Fue el fraude perfecto. Los votos quedaron en cenizas. Bartlett fue premiado por su trabajo sucio en la elección de 1988 con la Secretaría de Educación durante el gobierno de Salinas y nunca se opuso públicamente a la quema de votos.

Ese es el mismo Bartlett al que ahora López Obrador protege. ¿Por qué defender a quien retrasó 12 años la llegada de la democracia a México?

Entiendo que un Presidente tiene que ser pragmático y escoger a gente que le ayude a gobernar. Pero la principal promesa de AMLO fue atacar la corrupción y no hay nada más corrupto que hacer trampa en una elección presidencial y darle el poder al perdedor. ¿Por qué López Obrador le ofrece uno de los puestos más importantes de su gobierno a quien representa un pasado que creíamos superado?

López Obrador está moralmente obligado con sus votantes a marcar su raya y a sacar a Bartlett de su equipo de trabajo. No hacerlo sería una gravísima complicidad con el fraude del 88 y una gran deslealtad con Cuauhtémoc Cárdenas. («Estamos convencidos de que hubo fraude en 1988 el 99 por ciento de los mexicanos», me dijo Cárdenas en una vieja entrevista).

Muchos de los que votaron por AMLO tampoco apoyan su decisión y se lo han hecho saber. Así lo hizo el actor Gael García Bernal en un tuit: «Yo repudio su nombramiento (el de Bartlett) y su ser político. Y qué ridículos los que creen que yo y los que votamos por AMLO somos responsables de ese nombramiento».

A pesar de todo, Bartlett sí puede ayudar en algo: esclarecer el fraude de 1988. Que pida una disculpa pública y que ayude a los historiadores a escribir la versión verdadera de esa elección. Pero hasta ahí.

Y antes de terminar, una aclaración. Esta es solo una de las muchas críticas que espero hacer antes y durante la Presidencia de López Obrador. Yo, como muchos mexicanos, quiero un país sin corrupción, sin muertos y con oportunidades. Pero el trabajo del periodista es ser contrapoder. Y es ahí donde pienso estar: del otro lado del poder.

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