Las otras verdades / Eduardo Cruz Silva / APIM
Observando los movimientos, alianzas o amarres que han realizado todos los partidos políticos con reconocimiento ante el Instituto Estatal Electoral y de Participación Ciudadana de Oaxaca (IEEPCO) queda en los ciudadanos una sensación de asco porque sin darnos cuenta hemos transitado de una democracia, a una partidocracia. Hoy nos encontramos con la realidad de que los que gobiernan en México son los partidos y no los ciudadanos.
Algunos estudiosos señalan que la partidocracia es como una especie de oligarquía pero con otro nombre. Es el gobierno de una elite que busca su propio beneficio sin considerar el del país y sus entidades federativas. La máxima ambición de todos los partidos es muy simple: obtener el poder, por el poder y a costa de lo que sea. En pocas palabras se puede definir que no tenemos democracia en el sentido más puro, sino una lucha de poder entre partidos en donde el ciudadano común queda simplemente como espectador y cliente.
El fenómeno no es nuevo. Tocqueville lo trató en el siglo XIX en su libro, La Democracia en América. Hablando de partidos políticos, dijo que: “dentro de un sistema político aristocrático, los gobernantes se ocupan más de ellos mismos y sus partidos que de sus electores”, que es precisamente lo que sucede en México. Consecuentemente, tenemos en el poder una elite, no precisamente los mejores hombres.
Hay una frase que dice que el ejercicio político saca a flote lo peor del ser humano, frase que ha sostenido hasta el mismo Mario Vargas Llosa. Pero aún nos resistimos a creerlo. Porque la política en sí misma, es un ejercicio que hace desarrollar en las personas que la ejercen capacidades para resolver problemas de convivencia, es un ejercicio que tiene como objetivo (o debería de tener) el bien común.
Sin embargo, después de observar la cantidad de aspirantes a las diputaciones locales y presidencias municipales de Oaxaca, nos deja una sensación de asco pues el ejercicio de la política de Oaxaca se ha convertido en una feria de las vanidades o el modus vivendi de muchos, asistimos a una farsa en la que el servicio público no es más que una excusa para la satisfacción de los propios intereses.
Muchos historiadores, sociólogos y psicólogos han escrito largo y tendido y con honda preocupación acerca del precio que el hombre occidental ha tenido que pagar y tendrá que seguir pagando por el progreso tecnológico. Señalan, por ejemplo, que la democracia difícilmente puede florecer en sociedades donde el poder político y económico se concentra y centraliza progresivamente.
Y, aunque el mismo fenómeno se pude observar en toda la geografía de México, en el caso de Oaxaca y sus municipios, no hay duda que la política se limita en estricto sentido a lo electoral, cuando que en sí misma su ejercicio es muy amplio y procura el bienestar colectivo, pero aun así la ambición por el poder condiciona el comportamiento de quienes hacen de ésta un uso perverso, por tanto que privilegian sus intereses y los de la facción o ideología con la que comulgan, valiéndose sólo de la sociedad como un mero trampolín.
La reforma electoral de Oaxaca, que hoy permite la postulación de candidatos independientes a puestos de elección, en nada ha ayudado para oxigenar la vida democrática de nuestro estado. Se puede contar con los dedos de una mano los registros de ciudadanos que han tenido un activismo político paralelo a los institutos políticos, el resto solamente son desertores o arrastran resentimientos contra los partidos por no haber obtenido el respaldo para hacerse de un hueso.
Envueltos en la bandera de candidatos “independientes” hoy muchos se han lanzado a una aventura electoral, creyendo que el efecto “bronco” que le permitió a Jaime Rodríguez Calderón, obtener la gubernatura de Nuevo León, se puede repetir en Oaxaca.
Se les olvida a esos “independientes” que el caso del “bronco” fue un fenómeno que nació, creció y se desarrolló como un juego mediático en las redes sociales y que en Oaxaca no se podría dar, simplemente porque la cobertura de internet apenas llega al 35 por ciento de la población y de ese universo, la interacción en redes sociales es muy baja comparada a la entidad referida.
Mientras tanto, los partidos con registro en el presente proceso electoral de Oaxaca, de todos, no hay ninguno que no haya mostrado el mínimo decoro en la postulación de sus candidatos a diputados y presidentes municipales. Ha sido una asquerosidad la venta, entrega o concesión de las nominaciones. Ya es hora pues, de meter en cintura a los vividores de la política y las urnas son la ocasión propicia para ajustar cuentas.