Por: Gerardo Soriano
Con la primera mordida, cruje la tortilla casi tostada entre mis dientes y explotan los sabores: el salado del tasajo, con sus jugos deshebrándose y mezclándose con el agridulce de la salsa de chile morita, arropada por el aroma de los frijoles con hoja santa, luego estiro con una mano el pedazo de tlayuda para quebrar el quesillo y preparar el siguiente ataque.
De la tira del quesillo cuelgan gotas de frijol y de salsa que caen sobre mi plato donde se desbordan los colores aromáticos de la tortilla abundante. Cuando doy la segunda mordida, el ruido que crean el tasajo, un pedazo de cecina enchilada y unas bolitas de chorizo a las brasas, desenfrena mi gula.
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