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Don Manuelito Cruz, “panadero hasta morir”

**Comparte su experiencia haciendo roscas y otros panes, desde 1952**

NATHALIE GÓMEZ/@Nathalie_fx

Huajuapan de León, Oax.- La panadería ha sido el sustento y la pasión de don Manuel Cruz López, de 79 años de edad, quien mantiene viva una tradición de familia desde 1952 haciendo panes, incluidas las Roscas de Reyes.

Tenía unos nueve años de edad, cuando le dijo a su familia que no quería seguir estudiando, que anhelaba aprender un oficio.

Se fue a vivir de la agencia La Junta a Huajuapan de León, cuando el poco transporte y la condición de los caminos les hacía verse lugares lejanos.

En la entonces llamada “La Espiga de Oro” con don Mateo Rodríguez, a cambio de alimento y un espacio para dormir, empezó haciendo el aseo, ayudando a hacer varios “mandados” como el reparto de pan en bicicleta a diferentes colonias de Huajuapan, hasta que ahí comenzó a aprender a hacer el pan.

DIOS POR DELANTE

Pasó por varias panaderías hasta que decidió poner su propio negocio después de que se casó con doña Fidelina Soriano, “le pedía a Dios, a quien le digo mi amigo y con quien platico todas las mañanas, que me diera la oportunidad de poner un kilito de harina en la casa y hacer un pancito para vender, que me diera sabiduría y así lo hizo”.

A partir de ahí, mientras él goza de hacer su pan, su esposa es la que se ha encargado de las ventas que son en un local del mercado Cuauhtémoc a un costado de la Virgen de Juquilita –donde los conocen como Los abuelitos-, en su domicilio ubicado en la calle José María Iglesias #318 de la colonia Alta Vista de Juárez, y por internet.

Los clientes han llevado su pan a Veracruz, a Puebla, a la Ciudad y Estado de México, a Estados Unidos, entre otros lugares, sobre todo en estas fechas y los demás periodos vacacionales.

Don Manuelito y su familia tratan de mantener con vida piezas de pan que ya no hacen en otras panaderías. Una de ellas es la chamberina, la campechana, las pitayas, el ojo, el pambazo, el elote, la bolera.

“Varios amigos que los hacían, ya murieron. Un compañero que era un buen amigo mío, que trabajábamos y salíamos a cotorrear, se acaba de morir de Covid-19, él era un maestro para hacer la bolera, qué chula la hacía, a mí me cuesta hacerla porque el horno debe estar muy caliente y la bolera es de piso, tiene su técnica”, recordó.

“Si volviera a nacer, panadero volvería a ser”, dice orgulloso, con su gorra y su mandil bien puestos, los que ha pedido a su familia que le echen a su tumba el día que parta al lado de Dios, su amigo.

TRASCENDIENDO

Don Manuel Cruz inició una tradición que empieza a trascender a las nuevas generaciones. Sus seis hijos saben hacer el pan y lo ayudan en cuanto pueden.

Preparan unas 60 o 70 roscas al día en estas fechas, en tamaños medianas y grandes, para 16 y 32 personas.

El higo y el acitrón rojo y verde hacen lucir las roscas en donde la característica es tener la mayor cantidad de pasta. El número de Niños Dios que lleva cada rosca es de 5 o 6, pero a veces les hacen pedidos con más.

Además de la receta tradicional, están innovando en sabores, por lo que son ya famosas sus roscas de queso con zarzamora y le siguen las de canela, canela con mantequilla, crema y de mantequilla.

“Decía un señor que hay en nuestro México 5 mil recetas de pan, en Puebla, en Oaxaca, a donde vaya, hay montón de panecitos de distintos sabores y colores, lo importante es seguir aprendiendo siempre, como yo lo hago, me voy a morir y nunca voy a saber de todo, nunca voy a dejar de aprender”, señaló don Manuel.

AMOR COMPARTIDO

Edgar Cruz Soriano, uno de sus seis hijos, explicó que se siente muy agradecido con su padre, por tener la oportunidad de aprender el oficio que tanto ama.

“Verlo todos los días en el trabajo, cómo lo disfruta, que no se cansa de trabajar, es una motivación para toda la familia”, compartió.

Destacó que don Manuelito, como cariñosamente le llaman sus clientes, tiene las recetas que tiene en su cabeza, ellos las anotan y las siguen al pie de la letra para conservar el sabor tradicional.

La pandemia afectó también a esta familia. Anteriormente, elaboraban y vendían diariamente los panes; ahora se hacen cada tercer día.

“Cuando estuvo más fuerte la pandemia dejamos de trabajar 110 días, lo sabemos exacto porque él los iba contando, era riesgoso que siguieran con su rutina normal porque son un grupo vulnerable y en el mercado hay mucha actividad, le dijimos que esperaran”, manifestó su hijo.

Sin embargo, “se enfermó porque se deprimió y tuvimos que volver a trabajar, sabíamos que su oficio es el que lo mantiene vivo y activo. Trabajó y se le quitó la enfermedad. Dice que lo va a hacer hasta el último día de su vida”.

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