Karen ROJAS KAUFFMANN |elmuromx.org
TUXTEPEC, Oax.- ¿Cómo mantenerse de pie ante el golpe certero de la desidia, la indolencia o la apatía? ¿Cómo se reconstruye desde las cenizas la vida que de verdad nos pertenece? ¿Cómo defendemos el derecho ineludible a vivir una vida digna y con justicia para todos y todas, sin que en la exigencia nos maten?
En México, ser defensor o defensora de los derechos humanos es casi una sentencia de muerte. Un informe anual presentado a la opinión pública en agosto de 2016 por las organizaciones Acción Urgente para Defensores de Derechos Humanos, Campaña Nacional contra la Desaparición Forzada y el Comité Cerezo México, evidenció que los procesos represivos contra activistas de los derechos humanos aumentó un 400 por ciento, respecto a la administración de Felipe Calderón y su guerra contra el narco.
Según detalles del informe, de los 192 casos registrados en los últimos dos años del sexenio calderonista pasamos a la devastadora realidad de 639 denuncias de agresiones a activistas y defensores, tan solo en los primeros dos años y medio del gobierno de Enrique Peña Nieto.
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