POR PAULINA RÍOS | DIANA MANZO @DW_Akademi_es
FOTOS: ISABEL BRISEÑO
¡No quiero que tú me atiendas!, exclamó tajante Coral Ortiz poco antes de parir. La madre primeriza frenó en seco al médico residente de obstetricia que por segunda ocasión intentó examinar su vagina sin su consentimiento una tarde de octubre pasado.
Tras su reclamo, quienes estaban en la sala de labor de parto se quedaron pasmados y el silencio inundó el lugar. Horas antes, Coral, mujer menudita, morena, de 27 años, había llegado al hospital del IMSS en Oaxaca, en el sur de México, con la membrana amniótica rota —la que envuelve al feto durante el embarazo— para dar inicio al proceso de parto.
“Cuando me tocó el pasante, me lastimó y estuvo jugando sus dedos adentro de mi vagina”, narra Coral sobre el tacto vaginal que le hizo. Horas más tarde, al ver que el mismo médico le realizaría una segunda revisión, lo afrontó en medio de los intensos dolores de labor de parto y le exigió que la atendiera alguien más.
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