Originaria de Oaxaca, Alfonsina García Cruz llegó a Sinaloa buscando trabajo y lo encontró en los campos agrícolas; lo hizo hasta que el cáncer se lo permitió. En un cuarto de una superficie de 3 por 3, vivió con su esposo. Ese reducido espacio fue todo para ella: cocina, recámara, sala. La pobreza la expulsó hacia Sinaloa en busca de una oportunidad laboral para la sobrevivencia diaria.
Cuando comenzó a enfermar, la mujer no quería ir al hospital, pues decía que nada harían por ella. Después de los estudios, primero le dijeron que tenía un quiste, después cáncer en la matriz. Alfonsina recibió una quimioterapia, pero ya era demasiado tarde. Su situación fue reportada a la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas, pero todo quedó en un reporte, nada se hizo por ella, denunciaron sus vecinos.
Por Claudia Beltrán
Ciudad de México, 28 de julio (Noroeste/SinEmbargo).- Alfonsina, indígena de 39 años de edad, murió en Villa Juárez, y no tuvo el derecho de ser enterrada en su tierra. La pobreza lo evitó.
Su cuerpo fue velado en la calle y, alrededor de él, no hubo arreglos florales, ni tumultos de gente. Prácticamente solo.
Una carpa negra, cuatro cirios y un crucifijo se encargaron de acompañar el ataúd con los restos de la mujer.
En un cuarto de una superficie de 3 por 3, vivió y murió Alfonsina García Cruz. Ese reducido espacio fue todo para ella: cocina, recámara, sala.
Desde hace dos años, Alfonsina llegó a una vecindad de la sindicatura de Villa Juárez, municipio de Navolato, y junto con su esposo, rentó ese cuarto, por el cual pagaban mil pesos al mes.
García Cruz era originaria de Oaxaca. La pobreza la expulsó hacia Sinaloa en busca de una oportunidad laboral para la sobrevivencia diaria.
En la sindicatura de Villa Juárez encontró trabajo cortando hortalizas y así lo hizo mientras un cáncer en la matriz se lo permitió.
Los vecinos mencionan que Alfonsina era indígena, sin embargo, desconocen a qué etnia pertenece. La recuerdan como una persona tranquila.
Su cara empezó a reflejar enfermedad. Le preguntaban si estaba mal, respondía que no, que todo estaba bien.
Un día Alfonsina manifestó tener malestares. La quisieron llevar al médico, pero dijo que no, que no tenía caso, que no le harían nada.
Meses más tarde volvió a referir dolor en su estómago, fue al Hospital General de Culiacán donde fue internada para investigar el origen del malestar.
Después de los estudios, primero le dijeron que tenía un quiste, después cáncer en la matriz, el cual iba creciendo. Alcanzó a recibir una quimioterapia.
Es sacada del hospital y por dolor después reingresó para ser operada. Fue dada de alta y pasados los días manifestando no sentir alivio.
La situación de Alfonsina fue reportada a la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas, sin embargo, todo quedó en un reporte, nada se hizo por ella, se explicó.
La indígena encontró la protección en Antonia, una señora de 61 años de edad, originaria también de Oaxaca, quie vivía en la misma vecindad.
Antonia tiene 34 años viviendo en Villa Juárez. En sus tiempos trabajó en los campos agrícolas. Cuando tenía 28 años dejó Oaxaca.
Alfonsina le decía a Antonia la llevara a la calle a pedir ayuda, o que la pusieran en la carretera para que la ‘machucara’ un carro, porque ya no quedaría bien.
Como a las 02:30 horas del sábado 21 de julio murió en su cuarto. Se llamó a la ambulancia, los paramédicos llegaron, pero no había nada qué hacer. Falleció casi al mes de ser operada.
El cuerpo de Alfonsina fue llorado por Jaime, su esposo, su hermana, así como por Antonia, quien dice la quiso como si fuera una hija.
El domingo por la tarde fue enterrada en el panteón de Villa Juárez, lejos de su tierra y de su familia. Foto: Noroeste
Pasaron las horas y el cuerpo de la indígena no fue levantado de su cama a base de tablas. Llega una funeraria y no se lo quisieron llevar porque la familia no garantizó pago. Después otra funeraria, y la misma situación.
Juan López García, presidente del Frente Unificación de Lucha Indígena mencionó que como tienen convenio con la Funeraria Saínz, esa empresa se llevó el cuerpo de Alfonsina.
Mientras en la funeraria el cuerpo era preparado para su entierro, dos licenciadas de la organización ‘botearon en la plazuela de Villa Juárez y en el tianguis para ayudar en el sepelio. El mismo sábado obtuvieron 330 pesos y el domingo, día del entierro, otros 500.
El esposo buscó ayuda por su cuenta. El paquete funerario costó 5 mil 800 pesos, siendo el más económico.
Se pensó en sacarla de Villa Juárez y enterrarla en su tierra, pero no se pudo. Cumplir ese deseo, tenía un costo: 40 mil 500 pesos. Una cantidad imposible.
Cremarla y enterrarla en su tierra, tampoco era opción, ya que no va con sus creencias, explicó López García.
El domingo por la tarde fue enterrada en el panteón de Villa Juárez, lejos de su tierra y de su familia.
Alfonsina murió en la pobreza. Tenía 39 años y no tuvo el derecho de morir en su tierra natal.