Saùl Salazar/@SalazarBalbuena
HUAJUAPAN DE LEÓN, Oaxaca.- Tienen un sabor natural, muy tradicional ojalá nunca lo pierda, porque estas nieves sólo las pruebas en Huajuapan”, expresó Esther Ramírez, originaria de Villa de Tamazulápam del Progreso, quien refiere que de los 15 años que visita Huajuapan, nunca se puede ir sin saborear las deliciosas nieves de El Rojo.
Raúl Sánchez González, “El Rojo”, como es conocido en grande parte de la región Mixteca, nació del 19 de marzo de 1925, en el municipio de Villa de Tezoatlán de Segura y Luna, siendo sus padres Cupertino Sánchez González y Rosalía González.
Recuerda cómo llego a Huajuapan y qué hizo para conquistar el paladar de chicos y grandes, con su nieve tradicional que ha cumplido más de 35 años de existencia.
En el año de 1937 en compañía de su madre, llegaron por primera vez a Huajuapan para buscar a su padre, ya que tenía viarios días que no llegaba a su casa ubicada en el barrio de San Sebastián en Tezoatlán.
“Mi padre trabajaba haciendo pan y lo habían mandado a Huajuapan para comercializarlo, pero como no llegaba por que andaba ingiriendo bebidas alcohólicas, porque le gustaba mucho tomar, salimos a buscarlo”, dijo.
Con el paso del tiempo, a su padre lo empezaron a mandar a otras comunidades cercanas a Huajuapan, por lo que decidieron rentar una casa y se quedaron a vivir en esta ciudad, con el objetivo de vigilarlo.
Para poder ayudar en los gastos de la casa, logró entrar a trabajar en la paletería “Los Flores”, que se encontraba en la calle Micaela Galindo, en la colonia Centro de Huajuapan, donde laboró por mucho tiempo y se ganó el cariño del propietario de quien no recuerda su nombre.
Al ver su entusiasmo y ganas por salir adelante, éste le prestó unos trastes para que hiciera nieve y saliera a venderla a la calle, como se lo había pedido días antes, para tener más dinero y ayudar a sus papás.
Recuerda que su jornada de trabajo iniciaba a las 6 de la mañana, con la elaboración de poca nieve y de los sabores más conocidos como limón, vainilla y fresa.
Sosteniendo con una mano la cubeta de nieve que cargaba en su cabeza y con la otra las copas de vidrio donde la servía, recorría a pie las principales calles de la cabecera municipal de Huajuapan, que en esa época no era muy habitada.
En ese tiempo no existían los barquillos y muchos menos los vasos de plástico, se utilizaban recipientes de vidrio, el costo de una nieve era de 20 centavos, 10 o hasta cinco centavos.
Después de unos meses de trabajo constante, sus ganancias se incrementaron al igual que sus clientes y para cubrir la demanda compró una carretilla.
Aparte de vender nieve por las calles, se colocaba a las afueras de las terminales como la desaparecida de Fletes y Pasajes, que se ubicada en la calle Indio de Nuyoo, a un costado del ahora Museo Regional de Huajuapan (Mureh) y en la esquina que forman las calles Heroico Colegio Militar y Porfirio Díaz, pues anteriormente era la base de los Autobuses De Oriente que se dirigían a la ciudad de México.
Durante su adolescencia y juventud empezó a practicar el basquetbol hasta que logró ser el capitán de un equipo, logrando que participaran en torneos estatales que se realizaban en municipios como: Acatlán de Osorio, Izúcar de Matamoros, la ciudad de Puebla, entre otros.
Surge “El Rojo”
Con una sonrisa tímida, refirió que el apodo de “El Rojo”, se lo pusieron sus amigos y compañeros del equipo de basquetbol, porque cada vez que no le hacían caso a sus indicaciones se ponía rojo de coraje, “escuchaba que entre ellos que decían mira a Raúl ya se puso rojo, de que no le hacemos caso”.
Desde entonces todo mundo empezó a decirle “El Rojo”, del cual jamás le molestó y lo agradece, pues le sirvió para ser conocido en otros deportes que practicaba, como el béisbol.
Al cumplir 15 años de edad, decidió casarse con Felicitas Carrizosa, con quien vivieron varios meses felices, pero en el año de 1955 decidió irse a trabajar como jornalero a los Estados Unidos por seis meses, durante ese tiempo mando la mayor parte de los 200 dólares que le pagaban.
Cuando terminó ese período le ofrecieron ira a laborar a Canadá pero no quiso, pues extrañaba mucho a su esposa y le daba temor, pues en esa época había mucha violencia para los migrantes, por lo que decidió regresar a Huajuapan.
“Cuando llegué mi esposa me dijo que tenía 11 mil pesos, cantidad que logró juntar con todo el dinero que le mandé, por lo que decidimos comprar un terreno en donde actualmente vivo, en la calle Reforma”, mencionó.
En el año de 1960 su esposa se enfermó por lo que la tuvo que llevar a la ciudad de Puebla para que recibiera atención médica, durante su estancia le contó lo ocurrido a su compadre Francisco Cortés, que elaboraba nieve y salía a vender a la calles de Huajuapan.
Siguiendo los consejos de Pancho, como de cariño le decía, aprovechó para comprar material, pues en esos años era económico adquirir 20 bolsas de leche en polvo, que costaban 25 pesos.
Además del material, su pariente le entregó una receta para la elaboración de la nieve, misma que le ayudó a mejorar el sabor tradicional que hoy lo distinguen de otros.
Para seguir innovando, decidió realizar la nieve de leche quemada, con leche natural, pero después la remplazó por la que se vende en tetra pack, pues al momento de su elaboración se cortaba o hacia bolas.
Gana concurso en Oaxaca
En el año de 1965, se enteró de que en la ciudad de Oaxaca de Juárez, premiarían al mejor nevero con 100 mil pesos; animado, tomó su hielera con nieve y fue en busca del premio.
Al llegar, vio que había muchos participantes y que él era casi el último, situación que no le importó y continuó con el entusiasmo con el que había llegado; en el momento de que el jurado probó la nieve de todos los sabores que elaboraba, estos hicieron señas que les había gustado.
Para llevárselos a la bolsa, como dice él, les dio a probar la de leche quemada, con el que dejó al jurado asombrado por el sabor, y después de varios minutos fue nombrado el ganador del concurso.
Desde entonces se le ha considerado como el mejor nevero que elabora la nieve de leche quemada en todo Oaxaca; asegura que en otras partes no la saben hacer, pues por el procedimiento, su sabor suele amargarse.
Después de ello, logró que la autoridad municipal le diera un espacio en la entrada del mercado Porfirio Díaz, por la calle Valerio Trujano, donde permaneció por varios años, hasta el terremoto del 24 de octubre de 1980.
Por el sismo, el mercado sufrió afectaciones y tuvo que ser reconstruido, los comerciantes se instalaron en la calles aledañas, “yo con mi puesto me establecí en la esquina que forman las calles Valerio Trujano y Madero”, refiere.
Una vez que terminaron los trabajos, los comerciantes regresaron a sus espacios, pero él decidió quedarse ahí pues reconoció que había incrementado sus ventas; pidió permiso con la autoridad municipal para quedarse, pero le dijeron que era peligroso pues podía ser atropellado por algún vehículo.
Después de insistir, le dijeron que sí le darían un espacio, pero tenía que ser dentro del parte Independencia por lo que aceptó, y se colocó a un costado de la base de taxis del sitio Moctezuma, lugar en el que se encuentra establecido desde hace más de 35 años.
Sus nieves de distintos sabores, se empezaron a comercializar en diferentes localidades pertenecientes a los municipios de Mariscala de Juárez, Huajuapan y Tezoatlán de Segura y Luna, a bordo de una camioneta Ford, que adquirió en la ciudad de México.
“Todos los días tenía una ruta diferente, donde obtenía más ganancias era en la zona de Tezoatlán, ganaba alrededor de tres mil pesos, en aquel tiempo”, señala.
En algunas veces la unidad de ocho cilindros, se descomponía por lo que caminaba varios kilómetros para encontrar a un mecánico que la arreglara.
Con el paso del tiempo, la batea de la camioneta empezó a deteriorarse y constantemente presentaba fallas mecánicas, por lo que decidió ya no componerla, pues haciendo cuentas, en algunas ocasiones no le era redituable ya que gastaba mucha gasolina.
Al verlo, sus clientes le preguntaban cuándo regresaba a vender a las comunidades, por lo que se animó y compró otra camioneta, de la marca Nissan, pero ya no era lo mismo, pues no tenía la misma fuerza y paciencia, por lo que decidió definitivamente ya no vender a bordo del vehículo.
Durante los más de 35 años, su negocio le permitió sacar a sus seis hijos adelante, de los cuales dos murieron y cuatro están vivos, a quienes les pidió ayuda para hacer la nieve y dos de sus hijas aprendieron el oficio.
A sus 91 años de edad, revela que se siente fuerte y sano, además de que agradece a su familia por la paciencia que aún le tienen.
Hoy en día, dos de sus hijas y una nieta, son quienes elaboran y venden la nieve con la receta de don Raúl Sánchez, que es la favorita de gran parte de la Mixteca por su sabor único y tradicional.