Por: Horacio Corro Espinosa
El 10 de abril se cumplieron 98 años del artero asesinato de Emiliano Zapata.
A pesar de tantos años transcurridos, millones de hectáreas, de las mejores tierras del campo, producen miseria y desesperación para millones de mexicanos.
Desde hace varios sexenios se ha dicho que se han entregado las tierras, pero de tantas que se han repartido, ya van las entregas como en el quinto piso, algo así.
Pasan años y años y el gobierno sigue en su sordera. Nunca oye las demandas de los trabajadores del campo. Ellos no tienen tierra ni agua ni trabajo. De esa manera no puede haber libertad.
Todas las rebeliones populares en México han surgido del campo. El Sur del país se ha distinguido en esto, principalmente Chiapas, Oaxaca y Guerrero. En estos puntos se ha fermentado la revolución. Pero el gobierno parece que no se entera.
En la conmemoración del asesinato de Zapata, el campo de la nación sigue viviendo una profunda crisis, y seguramente así seguirá otros años más.
Los ideales de Emiliano Zapata no han perdido actualidad, aunque el PRI, un tiempo lo tomó como bandera, pero por vergüenza lo desechó. La Revolución Mexicana nunca les cumplió a los campesinos.
Por lo que luchó Zapata, Venustiano Carranza la hizo ley. Cárdenas no pudo rescatar la revolución agraria en sus seis años de gobierno, aunque la impulsó como nadie.
El 8 de junio de 1911 almuerzan juntos los dos revolucionarios. Madero reitera la orden de licenciar a las fuerzas revolucionarias, Zapata insiste en su desconfianza hacia el Ejército Federal porfirista.
Madero ofreció ir al estado de Morelos para resolver el problema de tierras con apego a la justicia. Y agregó Madero: “en atención a los servicios que ha prestado usted a la Revolución, voy a procurar que se le gratifique convenientemente de manera que pueda adquirir un buen rancho”.
Y Zapata, con mucho disgusto pero en tono respetuoso le dijo: —Señor Madero, yo no entré a la revolución para hacerme hacendado: si valgo algo es por la confianza que han depositado en mí los rancheros, que tienen fe en nosotros. “Lo único que queremos, señor Madero, es que nos devuelvan las tierras que nos han robado los científicos hacendados”.
Con este ejemplo vemos el pensamiento de los dirigentes, solo participan para llevarse una tajada. Así en la Revolución, los dirigentes iban a la lucha armada sólo por conseguir beneficios materiales.
Madero trató de hacer a un lado a Zapata con un premio en metálico por su devoción a la revolución.
La mayoría de los servidores públicos de México, hoy en día, piensan casi igual. Parece que no hay alguien que luche por convicción. Tal vez Madero no conocía a Zapata. No conocía su origen ni que en realidad era un auténtico líder natural.
Si Madero hubiera conocido la vida de Zapata, no hubiera tratado de apaciguarlo con un regalo: ofrecerle un rancho. Pero no lo sabía. Ese es el problema de los políticos. No saben ni conocen a los líderes naturales de cada región. Una cosa es ser líder, y otra es ser dirigente, tomen esto en cuenta.
Twitter: @horaciocorro
Facebook: Horacio Corro
horaciocorro@yahoo.com.mx