Por: Horacio Corro Espinosa
Nadie duda que estamos viviendo dentro de días bastante calientes. Los termómetros no saben si explotar o derretirse.
De acuerdo a las últimas visitas que he hecho a las redes sociales, muchos participantes se quejan del extremo calor, y por lo mismo, muchos dudan de estar sobre la tierra.
En Veracruz, al menos en el puerto, acostumbran tomar café cuando hace más calor. Dicen que eso ayuda a bajar la temperatura del cuerpo. Puede ser cierto, pues después del primer trago se viene encima un bochorno, pero enseguida llega la calma y la frescura. Así que no hay que dejar de lado el café caliente en esta temporada.
A la hora de dormir casi todos tenemos el mismo problema: el sudor nos despierta a cada rato aun con las ventanas abiertas de la habitación. Las hojas de los árboles ni se mueven, están como atrapadas o pegadas en el calor.
Si usas ventilador será exactamente lo mismo: te va escupir el aire caliente de la habitación.
A veces el calor hace cometer locuras. Quien haya leído la obra del francés Albert Camus, “El extranjero”, recordará que al protagonista de la novela, le preguntaron, “¿Por qué mataste al árabe?” Y él responde: “porque hacía mucho calor”. Se trata de un tipo que no siente ningún remordimiento ni arrepentimiento ni lástima por nadie, en una palabra, es una piedra.
Ojalá nunca se nos cruce un loco de esos que matan por calor, aunque hay muchos que no saben que llevan dentro de sí un loco similar que despierta sus instintos asesinos cada que aumenta la temperatura.
Hay zonas mucho más calientes que Oaxaca, pero sea el lugar que sea, en unos pocos años vamos a sufrir mucho más por el calor, entonces vamos a desear que estos días calientes regresen, pues habrá lluvia de fuego y granizo como de 40 kilos. Así que mejor ni quejarse.
Hace dos o tres días me cruce con una persona en la calle que llevaba botas hasta las rodillas y suéter puesto bajo el calcinante sol, pero eso sí, con sombrilla en mano. Cuando vi a esa persona me acordé que hace años me quedé en Acatlán Puebla, porque se descompuso el auto. En lo que llegaba el mecánico cayó un ligero aguacero, y después comenzó a correr un airecito fresco. Lo curioso del asunto es que la gente de ese lugar comenzó salir a la calle con chamarras puestas. Ante mi asombro, el mecánico dijo: no se preocupe, para nosotros esta lluvia fue una helada. Y es cierto, la vida en Acatlán es nocturna porque durante el día no se puede trabajar.
Hace días mi mamá me dijo: ¡oye cómo las chicharras llaman al agua! Esto también es cierto. En los días de mucho calor disminuyen algunos sonidos y resaltan otros. Cuando hace más calor se aprecia más claramente el canto de las aves, el de los grillos y el de las chicharras.
Lo gacho del asunto es que en estos días de tanto calor, la gente se pone impaciente y broncuda. Los manejadores de autos andan como planchitas en la calle, bien calientes, tanto, que pueden resolver cualquier problema en dos o tres patadas.
Ojalá esas planchitas calientes se toparan un día con un bloqueo o con un cierre de calle para que en dos o tres patadas nos arreglen el asunto.
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