Por Horacio Corro Espinosa
Estamos pasando por días verdaderamente preocupantes, no para unos cuantos, sino para todos. Sabemos que por todos lados hay catástrofes por terremotos, maremotos, huracanes, incendios, sequias, etcétera.
Muchos dicen y piensan que todo esto se debe a que es el fin del mundo, aunque el mundo jamás va a desaparecer.
Otros más dicen que la tierra nos está cobrando la factura por el cambio climático.
Lo cierto es que los sismos se dan de acuerdo a las placas tectónicas que forman la superficie de la tierra. Éstas se mueven entre sí, y a esas capas se conoce como fallas geológicas. La Placa de Cocos, que se encuentra por debajo de la Placa de Norteamérica, causó el sismo del 19 de septiembre.
El territorio mexicano está situado sobre cinco placas: la placa norteamericana, la del Pacífico, la microplaca de Rivera, la placa de Cocos, y la del Caribe.
Hoy sabemos esto porque conocemos cómo es la tierra; pero hace siglos, cuando no se tenían estas referencias o fotografías desde el espacio, se creía que la tierra era plana, o cóncava, o que la cargaba una tortuga, o que descansaba sobre unas columnas, o que el dios mitológico Atlas sostenía el planeta Tierra.
Todas estas historias nos descubren la ignorancia de los antiguos respecto a la posición de nuestro planeta en el espacio y las fuerzas que lo sostienen en la órbita precisa alrededor del sol.
En la Biblia, el arquitecto de este mundo le pregunta a Job: “¿Dónde estabas tú cuando yo fundaba la tierra? Házmelo saber, si tienes inteligencia. ¿Quién ordenó sus medidas, si lo sabes? ¿O quién extendió sobre ella cordel? ¿Sobre qué están fundadas sus bases? ¿O quién puso su piedra angular, cuando alababan todas las estrellas del alba, y se regocijaban todos los hijos de Dios?” (Job 38:4-7).
Cuando Dios «fundaba la tierra» aún no había nacido Job ni tampoco otro ser humano alguno.
Y le sigue preguntando a Job: ¿Quién ordenó las «medidas» de la tierra? Desde luego que no fue Job ni ningún otro ser humano. Tampoco ningún ángel.
Hoy sabemos cuánto mide la circunferencia de la tierra, su diámetro, la distancia al sol, la inclinación sobre su eje, la velocidad orbital alrededor del sol por hora.
Job dijo algo, tal vez sin entender claramente el sentido de sus palabras: «El extiende el norte sobre el vacío, y cuelga la tierra sobre la nada». (Job 26:7). Hoy sabemos que fuerzas invisibles de gravedad mantienen al Planeta Tierra en su órbita fija.
Después de los miles de temblores que hemos tenido en estos días les voy a decir una de mis imaginaciones a causa de mi ignorancia:
Supongo que todos en alguna ocasión hemos tenido entre las manos un trozo de plastilina, ¿verdad? Cuando la tenemos, lo primero que hacemos con ella son bolitas. Si se han dado cuenta, a esa bolita siempre se le forma en algún lado una línea que señala la unión de los dos extremos de esa sustancia moldeable. A mí se me hace que cuando el Creador de todas las cosas visibles e invisibles hizo el mundo, los extremos de esa plastilina llamada tierra, quedaron en el lado de México. Por eso pienso que esa unión son las cinco fallas que existen bajo nuestro suelo, mismas que nos han traído tantas desgracias en los últimos días.
Todo lo que está pasando en nuestros días no nos debe sorprender ni causar tanto espanto, pues viene anunciado en la Biblia, y bajo esa advertencia debemos estar preparados, aunque parece que la mayoría de la gente no lo está.
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