Por Horacio Corro Espinosa
La mayoría de los mexicanos estuvimos muy pendientes del debate entre los candidatos que buscan ocupar la silla presidencial.
Lo novedoso del encuentro fue su nuevo formato, pues el anterior, de no haber sido por la chava despechugada, nadie se acordaría de él.
En este último tuvimos la oportunidad de contrastar ideas, personalidades, puntos de vista, preparación personal y, sobre todo, lenguaje.
Muchos de los analistas coinciden en que el ganador fue Ricardo Anaya. Puede ser. Fue el más relajado, no tuvo que agacharse para buscar sus láminas, y se mostró muy confiado en su agilidad mental.
Margarita Zavala estuvo como demasiado energizada, como que le sobraba vitalidad, y por lo mismo, estuvo sobreactuada. Se notó que le pesa mucho la imagen de su marido y los seis años que Felipe Calderón estuvo al frente de este país.
El que tal vez ocupó el segundo lugar, fue José Antonio Meade, aunque le pesa mucho el PRI. Él dijo que por primera vez en la historia de ese partido participa un candidato ciudadano. Pues sí, por él, el Revolucionario Institucional tuvo que modificar sus documentos básicos, pues es de sangre azul, panista, y gente del grupo de políticos tecnócratas de Luis Videgaray.
A quien le bajaron los bonos y perdió vidas durante el tiempo de debate, fue Andrés Manuel López Obrador. Su rostro lució desencajado después de que le demostraron lo contrario a lo que él presume. Tan enojado terminó el señor López, que no se quedó ni un segundo más después del debate, es más, ni se despidió de nadie.
Le demostraron que la gente que lo rodea tiene de todo, menos honestidad. Es por eso que todo el tiempo estuvo la defensiva, y por lo mismo, dijo que le echaron montón.
Su defensa fue resaltar las encuestas de seguridad cuando él estuvo como jefe de gobierno, cuando en realidad, los números que presentó fueron mentirosos. Cuando él gobernó la ciudad, se hizo una marcha ciudadana tan numerosa, como no ha habido otra por la inseguridad que se vivía en el D.F. Yo participé en esa marcha. Todos íbamos vestidos de blanco. Después, en su conferencia matutina, dijo que los que habíamos ido a gritar éramos puros pirruris.
Durante sus participaciones, nos volvió a restregar en las orejas los mismos anuncios que escuchamos en radio y en televisión. Se notó que después de 20 años sigue siendo el mismo: impreparado, hueco intelectualmente, que no ha sabido domar su carácter, pero eso sí, se sabe el botón de la neurosis de muchos de sus seguidores.
En cuanto a Jaime Rodríguez, “El Bronco”, nos presentó una serie de locuras que a muchos nos llamó la atención: el militarizar las preparatorias, el cortarle la mano a los delincuentes, o el desaparecer los partidos políticos. En pocos segundos, además, nos habló de implantar una dictadura.
Es cierto, este señor comenzó muy bien, pues hasta emotiva fue su primera participación cuando habló de su hijo asesinado, y colocó una bala sobre su atril. También conmovió a muchos cuando dijo que su mamá no sabe leer ni escribir, pero tiene un hijo gobernador.
Tal vez, si no hubiera dicho tantas “barbaridades”, como le dijo al Peje, en sus intervenciones, estas dos historias emotivas hubieran calado a muchos mexicanos.
Pero a pesar de todas sus chifladuras, lo de cortar las manos ha tenido un impacto increíble en las redes sociales, que incluso, pueden tener un efecto tan positivo para él, como cuando Vicente Fox utilizó aquello de “tepocatas, alimañas, víboras prietas”.
¡Aguas con él, pues!
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