• Dom. Dic 15th, 2024

Por Horacio Corro Espinosa

Cuando el gobierno no puede con los desórdenes callejeros, su única salida es decir que apoya la tolerancia. Con eso cree que todo lo tiene resuelto. Prefiere usar la palabra tolerancia, la cual no ofrece ninguna solución, pero con ella permite la insolencia.

El gobierno de Oaxaca, el que encabeza Alejandro Murat, no quiere aprender ni va a aprender, a trazar límites, cuando tiene enfrente una conducta desafiante.

El gobernador prefiere decir que Oaxaca está en paz, a molestar a la Secretaría de Seguridad Pública y a la Fiscalía General del Estado.

Si Oaxaca significara importancia para nuestras autoridades, impondría orden, en vez de tener la vaga esperanza.

Con tal de seguir viviendo en la comodidad, toda la bola de funcionarios que tienen que ver con la seguridad y con la educación en la entidad, dicen que no pueden hacer nada, ante los constantes asaltos y robos que ejecutan las normalistas de Tamazulapan, a los camiones de transporte de carga.

Todos esos funcionarios, esperan que la conducta anhelada aparezca por arte de magia.

Pero pensándolo bien, con qué calidad puede exigir el gobierno de Oaxaca, respeto a las alumnas de la Escuela Normal Rural Vanguardia de Tamazulapan, si los mismos hombres del gobierno carecen de cualidades, como lo es la honradez, la honestidad, la vergüenza, la integridad. Desde luego que no pueden exigir algo que no se tiene. De ahí que a las chicas de la Normal de Tamazulapan, se les permita robar, asaltar, saquear, desvalijar.

Tampoco debemos perder de vista, la educación que le dieron los padres a sus hijas que hoy dizque estudian en esa Normal. Seguramente los papás de estas asaltantes de caminos, jamás les inculcaron respeto. El niño aprende a respetar a sus padres, no para satisfacer su ego, sino porque su relación con ellos sirve de base en su trato con el resto de la gente en el futuro. Es claro que ninguna de las rateras de la Normal, tuvieron ante sus ojos una figura de autoridad, que es la piedra angular de su actitud frente a la autoridad escolar, los funcionarios de la ley, los gobernantes, los jefes, y otras personas con quienes en algún momento van a convivir y a trabajar.

Es posible que estas malas hijas hayan logrado exitosamente desafiar a sus padres durante sus primeros quince años. Se rieron de ellos en su cara, y se burlaron con terquedad de su autoridad, lo que las orilló a un desprecio natural hacia ellos y hacia la sociedad.

Es muy probable que estas jovencitas se refieran a sus padres como “viejos tontos”, “me quieren, pero en realidad me tienen miedo”, “viejos buenos para lástima”, etcétera.

La manera gansteril de estas mujeres al ejecutar sus asaltos y robos a los camiones de los empresarios de la región mixteca, y de otras partes del país, es, además, contra todos los ciudadanos. Tal vez lo hagan por razones de venganza, de satisfacción, de envidia, y porque suponen hacer una “lucha” que en realidad es inexistente.

El terrorismo que estas mujeres practican, es una realidad de la vida diaria, mismo que la sociedad ya no la soporta.

Para desgracia de los padres de estas chicas, son doblemente culpables al abandonar a sus hijas en manos de aquellos que hoy las usan para sus propios fines: reforzar la delincuencia por parte de la sección 22.

 

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