Por: Horacio Corro Espinosa
Hace dos años, un mes, más siete días, les platiqué del método que se utilizó para elegir al presidente municipal de Cosoltepec. Para los que no sepan dónde se encuentra esta población, les diré que pertenece al distrito de Huajuapan, y queda rumbo a Tehuacán.
En esa ocasión les hablé de cómo se había pervertido esa elección, y cómo el Tribunal Electoral del Estado de Oaxaca (TEEO), validó una asamblea supuestamente comunitaria.
En ese nombramiento participó mayoritariamente gente acarreada de la ciudad de México, y el verdadero pueblo, el que vive en la comunidad, fue ninguneado, ignorado, y hasta denigrado por los extraños que llegaron a votar. Así que los conquistadores, los que ni siquiera sabían en qué punto del globo terráqueo estaban parados, fueron los que impusieron como presidente municipal a un hombre citadino.
Después de dos años en el cargo, se cumple lo que hace dos años, un mes y seis días se los pronostiqué (y eso que no tengo bola de cristal).
El representante del pueblo resultó ser un completo ignorante de las necesidades de Cosoltepec. Su mentalidad no es la conservación de los bienes naturales, sino de destruirlos.
Hace un mes, más o menos, Humberto Palma Lara, es el nombre del presidente municipal, echó abajo unos árboles que tenían más de 80 años de vida.
Habrá que decir que esa zona es bastante árida, casi desértica, donde son contados los árboles que hay por allí. Una sombra es codiciada por cualquier ser vivo. Sin embargo, para el presidente municipal, es más importante echar una placa de cemento sobre el Jagüey, que conservar los árboles que crecieron casi sin agua.
El Jagüey es un pozo de agua, misma que era conservada por algunos árboles que derribó Humberto Palma, y además, servían para detener la tierra del cerro.
El mismo presidente llegó al Jagüey y pintó en el piso con un spray rojo, una línea que marcaba todo lo que se tenía que echar abajo para construir, no se sabe cuándo, un andador de cemento, pues, según él, este material simboliza grandeza y progreso.
Antes de que hicieran leña esos árboles, varios de los presidentes municipales anteriores le fueron a decir que no lo hiciera, pero su único argumento fue: «pero se va a ver bonito».
En cualquier parte del mundo, conservar un árbol es fundamental. La arquitectura se adecua para no afectarlo.
Su idea, porque no tiene proyecto, es poner sobre donde estaban los árboles, un minúsculo andador, y unas bancas para que la gente disfrute del árido pueblo bajo el rayo del sol.
Cosoltepec es una comunidad que no llega a los 1000 habitantes, pero el presidente quiere construir ejes viales. Por ejemplo, una casa que se asomaba unos centímetros más allá de la línea de viviendas, la mandó tirar por completo, y la dueña de la misma se quedó sin nada.
En estos días va destruir una banqueta que, de acuerdo a sus cálculos de buen cubero, a su tanteo, obstruye el ancho de la calle. Si lo hace, seguramente se vendrá abajo la casa que está unos metros abajo del nivel de calle, pues ésta, está anclada a la banqueta.
Por otro lado, como al presidente citadino municipal le molestan los perros, ha terminado con muchos de ellos. Incluso, a los perros domésticos los ha sacado de sus casas para llevarlos a sacrificar fuera de la población. Por esta situación la gente los tiene amarrados dentro de sus habitaciones para resguárdales la vida.
Seguramente ninguno de los citadinos que llegaron a imponerlo, está enterado del actuar del representante que fueron a imponer por allá, lejos de la capital del país. Y si lo saben, no creo que les importe mucho. Primero porque allí no viven, y segundo, porque son cerrados, necios, son de Morena.
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