El presidente mexicano es congruente con su cultura antidemocrática, con su patología mentirosa, con su deshonestidad intelectual y con la opacidad de toda su vida; congruente con su alianza con el crimen organizado y con las bandas criminales; congruente con su odio a la clase media, a la que parece empeñado en desaparecer y, sobre todo, congruente con su amor a los pobres, a los que multiplico de manera milagrosa.

Cuando era candidato, muchos decían que no se atrevería a llevar adelante sus descabelladas promesas de campaña.

Aquí siempre dijimos que sí creíamos en López Obrador; en el político que más ha odiado a México y a los mexicanos.

Y, en efecto, tampoco en eso nos equivocamos.

Al tiempo.