por Horacio Corro Espinosa
Cuando se enferma la mente de un individuo, pero principalmente la de un funcionario, también puede enfermar la mente de su sociedad. Por ejemplo, si esta persona, si este funcionario es adicto al alcohol o a la pornografía, etcétera, puede contagiar a su colectivo también.
Este personaje de mente enferma, regularmente se aferra a sus creencias y descalifica, sin más, a quien lo contradiga porque siempre cree ser el único que posee la verdad absoluta y, por lo tanto, trata de imponerla a como dé lugar.
Sin darse cuenta, adquiere ciertas normas, valores, hábitos de pensar o de actuar, y a quienes dirige sus palabras o discursos, provoca sufrimiento, dolencia y puede que, hasta la muerte, sin que éste tenga conciencia de su naturaleza patológica.
El psicólogo francés Pierre Weil, le da el nombre a este caso de “normosis”. La normosis es un conjunto de normas que se ajustan a la realidad social como la “patriarcal”, que “invisibiliza” o “descalifica” lo femenino, y trata de someterlo a la fuerza desde su errónea interpretación de lo masculino.
La normosis patriarcal se basan en la violencia de género y esto le permite reproducir una y otra vez injusticias y discriminación.
Supongo que en este punto del texto muchos están viendo a Pablo Crespo de la Concha, el Regidor de seguridad pública y movilidad urbana, quien, desde las sesiones ordinarias y extraordinarias de cabildo del ayuntamiento de Huajuapan de León, ha emitido una serie de definiciones en contra de las regidoras, principalmente.
Crespo de la Concha, dijo, por ejemplo, que los síndicos no tienen la calidad para emitir resoluciones porque carecen de cédula profesional de abogados. Con esta manifestación, el regidor destila superioridad sobre cualquiera que emita una opinión si no ha pasado antes por una carrera afín al derecho.
En estas palabras casi casi les dijo “burros” a los síndicos integrantes de la Comisión de reglamentos por no tener cédula de abogados, y además, calificó a la Comisión “todopoderosa”. Aquí volvió a remarcar su superioridad frente a ellos.
Pero lo que son las cosas, en la anterior administración municipal, la de Juanita Cruz Cruz, él, como síndico, nunca se atrevió a llamar a la presidenta “incapaz” o “tonta” por no contar con ningún título profesional a pesar de que ella firmaba documentos con el título de “licenciada”. Pero lo que hacía el entonces exsíndico, después de la participación de cada regidor, le explicaba a la presidenta, con manzanitas a lo que acababa de decir el participante.
El 11 de este mes de febrero, en sesión extraordinaria de cabildo, Pablo Crespo abandonó la sala bajo el argumento de que el tema que se estaba tratando no era un asunto urgente, y que se sentía agraviado porque los concejales no sabían conducir la sesión (siempre su superioridad frente a todos), y que, por tal motivo, él y su compañera María de los Ángeles Abad, abandonaban la reunión. Ni siquiera le dio oportunidad a ella de expresar sus motivos de su retiro. Lo que hizo Pablo, fue levantarla de su silla, y sacarla de la sala. Eso fue violencia de género. Pero que tal, se demostró asimismo que ella tiene que hacer lo que él le mande.
No recuerdo ningún otro caso en la entidad oaxaqueña, donde los regidores, por mayoría, hayan firmado contra uno de los integrantes del cabildo por ejercer violencia de género. Si no hubiera sido por el trabajo de la Regidora de derechos humanos igualdad de género y participación ciudadana, Gloria Naxhiely Estrada Bautista, no nos hubiéramos enterado de lo que sucede al interior de ese ayuntamiento.
No vaya decir alguien por ahí, que lo sucedido en esas sesiones ha sido un caso aislado. Muchos han de recordar cuando en la administración pasada, Pablo Crespo, aseguró que de las familias disfuncionales salen los delincuentes. Que ingerir bebidas embriagantes comienza a florecer la delincuencia. Que en los cinturones de miseria es donde se dedican a los actos vandálicos. Así, este regidor trae la violencia, su normosis, a flor de piel.
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