Por Horacio Corro Espinosa
En el libro “Una habitación propia”, de Virginia Wolf, hay una idea excelente para reflexionar: cuando un hombre entra al recinto donde se realiza una reunión social, seguramente disfruta de un inefable sentimiento de orgullo por saber que la mitad de la gente ahí presente es inferior a él. Esta ilustración pinta lo que es el sexismo, donde las mujeres, por el solo hecho de ser mujeres son inferiores a los hombres.
El diccionario gordo que tengo en la casa define a la misoginia como aversión u odio a las mujeres.
Estamos viviendo dentro de un tiempo donde hay frecuentemente asesinatos a mujeres, sin embargo, en el siglo XXI, se ha dicho que será el siglo de las mujeres, pero en muchos lugares, ya no del planeta, sino en nuestra entidad oaxaqueña, estas, no pueden recibir educación. Esta aberración va mucho más allá de la misoginia.
Los que saben de este tema, dicen que la misoginia siempre ha existido, pero hoy es más visible por el aumento de la presencia de la mujer en el terreno laboral y porque el hombre tiene que relacionarse más con ellas. Por esta situación hay más oportunidad de que un hombre demuestre su aversión.
Para los psicólogos, tras de todo misógino hay un hombre inseguro. Su inseguridad es por miedo a perder su posición de poder y, sobre esto, está su complejo de inferioridad. El comportamiento del misógino, a la menor oportunidad, exhibe su superioridad, y por lo mismo, humilla a la mujer.
Estos hombres no aceptan que la mujer destaque en puestos de mayor responsabilidad. Frecuentemente les hacen la vida imposible a sus novias, a sus mujeres o a sus compañeras de trabajo. En la oficina regularmente las insultan, y esos insultos no deben traspasar las paredes, bajo la amenaza de perder el trabajo.
El misógino por lo regular se considera una persona razonable, y no reconoce ninguna patología o defecto en su trato hacia ellas.
Todo esto viene porque muchas huajuapeñas y huajuapeños, esperábamos escuchar en cabildo la disculpa hacia las regidoras por parte del Regidor Pablo Crespo de la Concha.
Pero lo que son las cosas, hace tres años, el entonces síndico procurador de justicia, Crespo de la Concha, presionó a uno de los regidores de la anterior administración, para que le exigiera al encargado del Instituto de atención al migrante, Joel Zamora Montes, se disculpara en una sesión de cabildo con las mujeres de quienes se había mofado a través de las redes sociales. Crespo de la Concha, puso todo su poder como síndico para hostigarlo, acosarlo laboralmente, intimidarlo, y no pagarle su quincena ni su liquidación. Por esta razón, Zamora Montes, después de disculparse en sesión de cabildo, presentó su renuncia antes de que lo corrieran.
Sin embargo, ayer, muchos ciudadanos esperábamos escuchar de él una disculpa pública a la regidoras y regidores quienes firmaron mayoritariamente un documento contra su persona por ejercer violencia de género.
Los ediles, al no exigirle a este regidor que se disculpe públicamente, se hacen copartícipes de su violencia.
El no pedir disculpas, Pablo Crespo, evidenció públicamente que no reconoce ningún defecto en su persona, en su trato hacia las mujeres.
Entonces pues, ¿qué papel van a jugar los regidores de Huajuapan en este caso?
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