Por Horacio Corro Espinosa
Me platicaban que, en este mes de enero, es cuando más aumentan los divorcios. Después de las fiestas navideñas y de fin de año, se registra un aumento de desilusiones en las parejas.
Las presiones financieras son el principal problema en los matrimonios. Las discusiones con su pareja son sobre dinero. En este mes es cuando comienzan a descubrir los gastos que hizo cada uno antes de fin de año. De ahí vienen los altercados, y como consecuencia el divorcio.
Al divorcio se le ve muchas veces como el fracaso de una relación, como la incapacidad para concordar en una vida armónica y razonablemente gratificante.
Algunos dicen que el divorcio es bueno porque da la posibilidad del crecimiento y la oportunidad para renovarse y ratificar el camino.
La mayoría de los divorciados, hombres, aseguran que para llevar a cabo esa acción, es importante tener los pies bien firmes en la tierra y ser valiente, pues no cualquiera reconoce que fracasó. Esos son algunos de los pretextos de uno que otro divorciado.
Los que saben de esto, aseguran que es en el hombre donde se expresa con mayor dramatismo el problema de la soledad, ya que por su misma situación pierde contacto con los hijos. Sin embargo, el hombre se reincorpora a la sociedad con mucho mayor rapidez que la mujer. Ella, en cambio, se enfrenta con un montón de obstáculos que la sociedad le impone. Primero, porque no todo mundo acepta que una mujer deje al hombre, y, sobre todo, que comience a defenderse sola, que se vuelva rebelde y que saque las uñas de la inconformidad, que sea fuerte y no tímida. Por estos cambios de actitud muchas veces es mal vista, además, porque tiene que actuar como hombre y mujer a la vez. Pues por necesidad se ve enfrentada a ser autónoma, activa, diligente y emprendedora.
Regularmente la divorciada se enfrenta a muchos otros problemas, como el de verse envuelta en chismes, en un sin fin de sospechas e intrigas desagradables. A esto hay que agregarle, que después de que sale de la oficina donde firmó el divorcio, más de tres perros la esperan en la banqueta para invitarla a comer.
Regularmente se trata del mejor amigo de su exesposo quien se muestra dispuesto a consolarla de su pena, y le ofrece lo que sea para que olvide su condena. Además, enfrente le puede poner desde una botella hasta un viaje para dos.
Por otro lado, muchas de sus amigas casadas la comienzan a ver como amenaza potencial para la estabilidad de sus hogares, pues en cualquier momento les puede bajar el marido. Los parientes, por su parte, tratan de preservar el honor de la familia a través del control de la recién divorciada, a la que se le exigirá regresar a la casa de sus padres, y si regresa, tendrá que volver a pedir permiso hasta para ir a trabajar.
En el aspecto laboral, bueno, aquí no se necesita estar divorciada para enfrentar abusos. La mayoría de las mujeres recibe un salario raquítico en comparación a los hombres, y por si fuera poco, todo el tiempo vive amenazada a una avalancha de intenciones por parte de sus superiores o colegas, hombres, quienes intentan ayudarle a «resolver» sus problemas que pueden ser de ayuno sexual a consecuencia del divorcio.
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