Por Horacio Corro Espinosa
Muchas son las formas que cada persona interesada o desesperada usa con tal de descubrir los pasos en que anda su amada o su amado. Incluso, algunos inseguros contratan dizque empresas que se dedican a investigar mensajes directos o de WhatsApp, para conocer sus movidas chuecas o derechas de la pareja.
Hace años, cuando la tecnología no estaba tan desarrollada, había quienes se jalaban un tipo de diablito del teléfono fijo, para escuchar todas las conversaciones. Otros más usaban los caimanes, aunque después llegaron las mamilas, me refiero a los chuponcitos que se colocaban en el auricular para grabar las llamadas telefónicas.
Siempre ha habido gente que le gusta meterse en la vida privada de todo mundo.
El primer caso de espionaje político que conocí en Oaxaca, fue cuando José Murat, entonces gobernador, dijo que había encontrado debajo de una mesita de teléfono, un par de caimancitos y un cable que iba a sepa dónde. La cosa es que él aseguraba que se trataba de un sistema moderno y de largo alcance, y lo calificó de “primitivo y arcaico”.
Desde siempre ha estado presente la neurosis, la ambición, el miedo y la maldad política, lo que ha provocado el espionaje del adversario, del enemigo, y a veces, hasta del “amigo”.
En el gobierno de Gabino Cue, hubo un escándalo por unos audios donde el protagonista era Jorge “El Coco” Castillo, quien sin cargo ni responsabilidad alguna, era el que gobernaba esta entidad.
Hace años, en la ciudad de Tuxtepec, más de medio centenar de periodistas de la Cuenca del Papaloapan, denunciaron en la entonces Procuraduría General de la República, al presidente municipal de ese municipio, Fernando Bautista Dávila, por el presumible delito de espionaje y otras series de acusaciones como amenazas contra los periodistas que lo incomodaban. Dentro de estas mismas declaraciones, le atribuían la clonación de cuentas en las redes sociales, mismas que se habían confeccionado desde las oficinas municipales.
La cosa es que una llamada, un video, una foto, una plática de mensaje de texto, una historia del pasado, una exesposa, un examigo, un mal momento, una mala reacción, e incluso un chiste entre amigos, puede ser un arma contra uno mismo.
Menciono esto porque es muy preocupante lo que está pasando en nuestro país: varios columnistas han revelado la existencia de espionaje a periodistas. Este acoso es por órdenes del gobierno de López Obrador, y quienes ejecutan estas órdenes son las agencias de seguridad e inteligencia civil y militar del estado.
Así como se está agrediendo a columnistas, también se lo están haciendo a algunos periodistas. Todos los que son investigados, es porque publicaron textos que le incomodaron al presidente de México.
En otros casos, algunos periodistas tienen vigilancia física directa, además de que les interceptan llamadas telefónicas y correos electrónicos.
Estas prácticas son peor que las que ejercía el PRI y el PAN.
Se sabe que el aparato gubernamental dispone de herramientas tecnológicas que le permiten información personal a escala masiva, seleccionarla, desencriptarla y acceder a ella, y esa sola circunstancia da cuenta de un accionar ilegal de la institucionalidad supuestamente encargada de hacer cumplir el estado de derecho.
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