Por: Horacio Corro Espinosa
También a mí se me antoja decirle a Soledad Jarquín, que “lo siento mucho”, pero esas palabras mejor las guardo porque expresarlas no serían sinceras, pues nunca he experimentado un dolor como el de ella.
Entonces, qué decirle ante el dolor que Soledad expresa por el asesinato de su hija en el texto que tituló: “Y si mi niña, tu crimen no quedará impune”.
El dolor de la mamá no solo se refleja en su rostro, sino también en lo que escribió para María del Sol. Yo creo que nadie puede sentir lo que la periodista expresó desde el fondo de su corazón. “…te quité con mis manos la tierra de tu cara y ese amasijo que se hizo con la sangre seca, olorosa, lo que no te pude quitar fueron las siete balas incrustadas en tu cuerpo…”
Entonces, ante ese dolor, cómo decirle que yo también lo siento. Ese dolor nadie quisiera vivirlo nunca. Pero si un día llegamos a pasar por una experiencia similar, es probable que se le pueda decir a la persona dolida que en verdad lo sentimos. Sólo así nuestro acompañamiento será sincero y auténtico.
Es una lástima que en Oaxaca haya que echar madres o tenga que haber un muerto importante para que las autoridades del estado se decidan a hacer su trabajo.
Ayer, alrededor del mediodía, el gobernador del Estado, más el ejército, la marina y las fuerzas aéreas, echaron a andar el operativo “Juchitán seguro”. Lo sorprendente es que después de tantas muertes, secuestros, levantones, cobros de piso, narcotráfico, huachicoles, en toda la zona del istmo, las autoridades apenas se hayan puesto a hacer algo que debieron haber desarrollado desde el inicio de este sexenio, pues parecía que la delincuencia tenía permiso para ejercer la violencia.
Los istmeños le han gritado repetidamente a las autoridades que “¡si no pueden, renuncien!”, que “¡estamos hasta la madre!”, que “ya pedí, ya supliqué, ya imploré, ya lloré y no han hecho nada”. Y casi todos, cuando se cansan, repiten “¡Eso es no tener madre!”
Y qué decir del Secretario de Asuntos Indígenas del gobierno de Oaxaca, Francisco Javier Montero López, quien obligó a María del Sol Cruz Jarquín, a cubrir la campaña de su hermano Hageo, como candidato del PRI a la Presidencia Municipal de Juchitán. ¿Qué decir de él? Trabajadores de su misma dependencia declaran que por lo menos hay media docena de ellos echándole la mano al hermano en esa zona.
Para nadie es un secreto que estas prácticas son frecuentes, y no son exclusivas del PRI, sino también de todos los demás partidos. A los trabajadores se les exige que se adhieran a las campañas, o de lo contrario perderán su empleo. Es lo que le pasó María del Sol Cruz Jarquín.
Es más, el mismo gobierno, el de Alejandro Murat, está despidiendo a toda la gente que no comulga con la ideología priísta, o que sospechan que no son del PRI.
Seguramente van a decir que no lo sabían, pero cuando finjan sorpresa ante la realidad, van a calificar a sus mismos cuates de rateros, traicioneros, faltos de confianza, desleales y viles.
Los oaxaqueños estamos viviendo tiempos muy violentos. No estamos viviendo lo que Murat Hinojosa prometió en campaña. Nada que ver con “el sexenio del milagro”. Estamos más adentro del sexenio de la maldición. Y todavía ayer, el gobernador volvió a decir que “en Oaxaca hay tranquilidad y paz“.
Para que no nos sorprendamos, solo hay que recordar su logotipo de campaña. Hoy sangra el arma filosa del mismo.
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