Las Otras verdades / Eduardo Cruz Silva
El enfrentamiento ocurrido el pasado 19 de junio en la población de Nochixtlán, entre fuerzas policiales estatales y federales e integrantes de diversas organizaciones sociales y políticas afines al magisterio oaxaqueño, provocó de manera paralela un fenómeno curioso en el manejo informativo de muchos medios de comunicación y periodistas.
De los medios estatales y nacionales, se podría decir que llevaban una cobertura casi imparcial, dando cuenta de cada una de las acciones de “protesta” que el magisterio oaxaqueño y sus organizaciones aliadas iban incrementando en el territorio oaxaqueño, con bloqueos carreteros, secuestro de unidades de motor y otras acciones que se salieron de control con el saqueo de tiendas departamentales y negocios.
Los lamentables hechos que ocurrieron la mañana del 19 de junio en Nochixtlán, cambiaron en un santiamén el enfoque muchos medios y periodistas sobre el conflicto. De la noche a la mañana se olvidaron todos los atropellos y vejaciones que ha sufrido el pueblo de Oaxaca a manos de la belicosa Sección 22 y sus organizaciones satélites y otras muy oportunistas.
Se olvidaron de todas las agresiones contra la prensa y hasta del homicidio de un reportero en la región del Istmo que filmaba el saqueo de una tienda oxxo. Todo eso se olvido y ahora no existía más tema que la “represión del gobierno asesino en contra de la lucha magisterial”.
Nada justifica lo que ocurrió, pero también nada justifica el atropello de los derechos fundamentales que padecen los oaxaqueños desde hace mucho por las protestas anuales del magisterio oaxaqueños.
En el manejo informativo se abrieron dos frentes: uno de ellos soportado por un periodismo militante en donde se antepone la ideología propia a la información, se interpreta a través de la simpatía ideológica de un movimiento social. Cualquier noticia debe servir, antes que nada a la “causa o lucha”. Lo demás se descarta, se minimiza o hasta se censura.
Este tipo de periodismo se ha gestado y desarrollado, hasta las últimas consecuencias, en los regímenes totalitarios donde se publica exclusivamente aquello que es útil al gobierno y se silencia por completo a los que no se disciplinan verticalmente al pensamiento único de quienes ostentan el poder.
Esa tendencia se pudo observar durante toda la semana que recién acaba de concluir, ya que en algunos medios de comunicación, periodistas y organismos defensores de derechos humanos, hay una ceguera que raya en la ignominia, circunscriben la violencia de Oaxaca a lo ocurrido el pasado el 19 de junio en Nochixtlán.
Se le abrieron las puertas a los que usan la violencia como método y recurso de negociación. El resto de la sociedad (que es la mayoría, por si no se han dado cuenta), sigue indefensa, sin voz, secuestrada y tragándose las ofensas a sus derechos. ¡Qué lamentable!
El otro frente informativo que se pudo observar en esta coyuntura, es aquel que aunque tenga ideología, de todos modos trató de dejarla a un lado y procuró abordar los acontecimientos ocurridos en Nochixtlán, sin preconceptos, tratando de mostrar sus múltiples matices y contradicciones. Vio los dos lados de la moneda.
Como seres humanos no estamos exentos de pasiones y podemos equivocarnos. Sin embargo, podemos decir que la gran mayoría de periodistas que documentó el enfrentamiento lo realizó dentro de los márgenes de la política editorial de la empresa periodística donde trabaja.
Si creemos que la violencia solamente llega en forma de balas, estamos completamente equivocados. Hay mil formas de lastimar, violentar y ultrajar a nuestros semejantes. En este contexto, los medios de comunicación juegan un papel muy delicado, pues un manejo tergiversado o de “periodismo militante” puede arrojar más gasolina al fuego y cuando nos demos cuenta, caminaremos sobre las cenizas de nuestra sociedad, por esa pequeña gran distorsión en el ejercicio de la actividad periodística.
Sobre todo lo que acontece en Oaxaca, vale la pena también reflexionar lo que señala un dicho que dice que «nunca existe un vacío de poder por mucho tiempo». Ejemplos de esto son el narcotráfico, grupos delincuenciales, instituciones políticas u organizaciones sociales o sindicales.
Cuando no existe esa autoridad, inmediatamente los grupos sometidos asumirán ese rol vacante, hasta que no puedan sostenerse por razones inherentes a su falta de organización o dirección, o los quiten sus competidores o alguna otra autoridad superior. Puede ser mediante el retorno de la autoridad previa, una nueva autoridad que sustituya a la previa, o el canibalismo entre los grupos por la supremacía.
En Oaxaca, desde hace mucho se ha ido generando un vacío de poder por tener un gobernador omiso e inoperante. Cabe preguntarse: ¿Quién tiene el poder en estos momentos en Oaxaca? La sociedad oaxaqueña en su conjunto, ¿en manos de quién o quienes se encuentra? Lo anterior, es algo que se le ha pasado por alto a la prensa y que es necesario entender y dar a conocer a la sociedad, para saber por qué estamos como estamos.