Por Horacio Corro Espinosa
En los últimos días el gobierno de Alejandro Murat ha estado envuelto en una serie de escándalos nunca antes percibidos.
Los compromisos, la falta de preparación, el chambismo y la escasa reputación, han sido los ingredientes o la marca de este sexenio que lleva poco más de 100 días de jornada administrativa.
Los medios de comunicación han señalado oportunamente las causas que los han originado, mismos que han impactado en los sentidos de los receptores.
Sin embargo, y pese a la mala fama que ya tienen muchas áreas de esta administración, muchos desean cualquier responsabilidad sin importar la mala popularidad.
Estar dentro del gobierno con cualquier cargo, significa tener dinero. La gente desea entrar porque tiene la idea de que si logra ingresar tendrá resuelta su situación económica, y esta idea se debe a tantos casos de enriquecimiento inexplicable.
Muchos saben que estar allí, dentro del gobierno, van a tener poder. El sentir el respaldo del gobierno es tener poder, así como el ser tratados con ciertos privilegios que no tenemos el resto de los mortales.
Sobre esto van a poseer, además, protección. Mucha gente tiene la impresión de que un funcionario puede hacer lo que quiera sin tener que dar cuentas a nadie. Es más, puede cometer abusos sin que alguien le ponga trabas. Incluso, puede cometer actos ilícitos y gozar de protección de los miembros del mismo aparato al que pertenecen.
La percepción que mucha gente tiene de los funcionarios, es que trabajan poco, tal vez sea porque… es verdad. Tal vez no sea cierto, pero parece.
Con todas estas ventajas que tiene un servidor público, a cualquiera se le antoja pertenecer a ese grupo de beneficiados.
Muchos aceptarían cualquier cargo dentro del gobierno con tantas ventajas, pero la totalidad de esas ventajas solo las tiene la gente cercana al gobernador.
Por ejemplo, a Martha Alicia Escamilla le costó ganarse la Dirección del Registro Civil cuando le secó el sudor al hoy gobernador Alejandro Murat.
Los tentáculos de corrupción de Martha Escamilla, han llegado a todos los confines de la entidad oaxaqueña, pues si ella no autoriza nada, ni una hoja del árbol se puede mover.
Ella fue la que puso precio a cada plaza de Oficial de Registro Civil en el estado, y ella misma cobró las cantidades de acuerdo a la importancia de las mismas.
Es por eso que el oficial del Registro Civil de Huajuapan, decidió que los fines de semana nadie se puede casar ni mucho menos morir. Tan seguro está de su cargo, que sabe que nadie lo puede correr, ni la misma Marthita, a menos que ésta le regrese su lana por la adquisición de la plaza.
El sábado 22 de este mes muere una persona a las 8 de la mañana en la ciudad de Huajuapan de León. Horas más tarde, los familiares acuden a la oficina del Registro Civil a conseguir el acta de defunción correspondiente, pero encuentran cerrado el lugar.
Los familiares querían trasladar el cuerpo a la ciudad de Oaxaca para que fuera incinerado, pero como las oficinas permanecerían cerradas durante más de 48 horas, tuvieron que velar el cuerpo durante dos noches.
Como sabemos, sin una acta de por medio el cuerpo no se puede trasladar a otro lugar.
Antes de la llegada del nuevo Oficial del Registro Civil, había un papelito en la puerta de esa oficina que anunciaba el número de teléfono de la persona auxiliar, quien atendía los casos de emergencia. Así que no había mayor problema, pero con las nuevas disposiciones de Marthita Escamilla, los beneficios para la ciudadanía se acabaron.
Seguramente Alejandro Murat no sabe nada de esto. Qué lástima tener un gobernador tan desinformado.
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