Por: Horacio Corro Espinosa
Según el Consejo Nacional para Prevenir La Discriminación, CONAPRED. El 30 de marzo es el Día Internacional de las Trabajadoras del Hogar. Fecha conmemorativa y de reivindicación de los derechos de este sector compuesto en su mayoría por mujeres indígenas o empobrecidas.
Hay que decir que la mujer oaxaqueña se ha distinguido por ser una gran trabajadora. Prueba de ello, es que en la ciudad de México, ésta mujer, es la más solicitada pa¬ra desempeñar labores domésticas, pero al mismo tiempo es la menos cotizada. La mujer que le sigue en cuanto a solicitudes para desarrollar el mismo tipo de trabajo, es la del Estado de Hidalgo.
El que ocupe el primer lugar para ser contratada como sirvienta no es de mucho orgullo, pero es una realidad que no podemos esconder.
Hay que señalar que por lo general, el trabajo la elige a ella. Su necesidad es tan grande que acepta hacer el trabajo de lo que sea, y de lo que sea es desde levantarse a las cinco de la madrugada y dormirse a las once o doce de la noche.
Por lo regular estas mujeres viajan desde sus pueblos en carros de redilas hasta la ciudad más importante, y allí tomarán un autobús que las conducirá a la ciudad de México. En esa ciudad las espera algún familiar o alguna compañe¬ra que las instalará en la casa de la nueva patrona.
Desde el primer momento en que la trabajadora pisa la casa, la patro¬na le señala las obligaciones que tiene que hacer todos los días: le¬vantarse a las cinco, pues según, de otra manera no le daría tiempo de barrer, trapear, sacudir y cocinar antes de que des¬pierte el marido. Además, en ese lapso tiene que darles el uniforme a los niños que se irán a la escuela, peinarlos, darles de desayunar, empacarles su «lonch» y revisar sus mochilas para que no les falte los lápices, plumas, cuadernos y libros.
Para cuando el jefe de familia quiera meterse al baño, ya deben de estar colgadas las toallas limpias, colocados estratégicamente los ja¬bones, lociones, cremas de afeitar y si por un error algo falta, la sirvienta es tratada de tonta, ignorante y demás sinónimos para terminar con india ladina.
Después del almuerzo del patrón, la sirvienta ya debió de haber cepillado el saco y la corbata para que éste salga puntual a la oficina. Luego, tiene que ponerse frente al fregadero a lavar la gran can¬tidad de trastos que se le fueron amontonando durante la mañana. Si le da tiempo, comerá alguna cosa a escondidas de la señora, pues ésta, le ofrecerá la comida de lo que dejó el marido o los hijos porque se¬gún, está limpia y no la tocaron.
Durante el resto de la mañana lavará la ropa sucia, planchará, pegará bo¬tones a las camisas que le hacen falta, acomodará la ropa en los ca¬jones y preparará la sopa, el arroz, el guisado, los frijoles, el postre, el café, y saldrá a la calle por el pan y las tortillas, y deberá regresar inmediatamente a la casa con el mandado sin importarle a la patrona la gigantesca cola que pudo haber en cada uno de esos lugares.
En la tarde no tiene permitido ver la televisión, si acaso, escuchar el radio, pues no debe distraerse al preparar la leche de los niños y planchar lo que le faltó por hacer en la mañana. Su única distracción será asomarse por las ventanas y ver los muros de los edificios de enfrente.
Cuándo la muchacha renuncia a su trabajo porque ya no aguanta más o porque no se halla, la señora de la casa le esculca su caja o sus bolsas donde lleva sus cosas porque, qué tal si se roba algo.
Aunque sea una semana después, les mando un saludo a todas las empleadas del hogar.
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